martes, 1 de junio de 2010

¡El primer cumple de mi sobri!

El pasado mes de abril mi sobri Rodri cumplió su primer añito, y para la fiesta de cumple con sus amiguitos nosotros (Megrez y yo) le hicimos unas tartitas, y una amiga le hizo un escenario de porcelana fría con los personajes de Pocoyó. Aquí os lo cuento:


A las güenas.
Os voy a contar la aventura de las tartas, que inicialmente iban a ser solo una, y a enseñaros unas foticos de lo que le regalamos al peque (y a sus papis) por su cumple.

Ya que he recibido dos cursos de decoración de tartas, a pesar de que a mí las tartas no penseis que me gustan especialmente... vamos, es que la repostería en general no es cosa que me emocione... y como no sabíamos si íbamos a poder asistir al cumple del enano en la celebración familiar (líos de trabajo), no se me ocurrió otra cosa que ofrecerle a mi hermano el hacerle nosotros la tarta de cumpleaños. Ésto iba también a colación de que le había pedido a mi amiga Toñi que, siendo como es una modeladora fantástica y emocionada como está con la porcelana fría, me hiciese a los personajes del Pocoyó alrededor de un Uno como recuerdo de su primer cumple y para poder colocarlo sobre una tarta. Y ella se puso manos a la obra.

Claro que yo sé lo que pesan (más o menos) los detalles de porcelana fría y sé (más o menos) cómo hay que colocarlos encima de una tarta para que no la aplasten, con lo que dos más dos son cuatro, y con las otras dos que os he contado antes pues son seis. Je, je.

El caso es que a mi hermano le encantó la idea, aunque él no sabía nada de la escena del Pocoyó. Pensaba que sólo íbamos a hacerle una tarta decorada como las que había visto y probado de los cursos que hicimos Megrez y yo.

Vaaaaaale. Pues la semana se presentó... jodía. Muuucho trabajo, algunos percances de salud no graves pero sí fastidiosos, y muy poquitas ganas de meterse en la cocina. Pero bueno: ya había dado mi palabra, con lo que dos días antes nos pusimos a hacer los bizcochos.

Quedamos Megrez y yo en hacer un bizcocho Genovés sobre molde alargado y según lo alto que saliese veíamos si hacíamos otro o si con uno íbamos a tener suficiente. Pues nada: juntamos los ingredientes y los echamos en el molde que metemos en el horno... y miramos a ver si sube.... y volvemos a mirar a ver si sube... y el puñetero bizcocho no sube. Sí, ya, ya lo sabemos: al no llevar maizena no puede subir. En este tipo de bizcocho es el aire introducido en la mezcla de los ingredientes lo que hace que 'suba'.


Claro que al habernos quedado un bizcocho muuuuy bajito no nos queda otro remedio que hacer un segundo. Esta vez le metemos una cucharadita de maizena, y repetimos el proceso hasta meterlo en el horno. Y volvemos a mirarlo a ver si esta vez sube... volvemos a mirarlo... volvemos a mirarlo... y no, tampoco subió. Ja, ja, ja, ja, ja. Un desastre, la verdad. Pensábamos que nos iba a quedar una tarta bien alta y nos hemos quedado con dos bases finitas con las que nos podemos hacer la tarta que teníamos en mente.


¡No pasa ná! Tenemos unos cortadores redondos, de éstos para galletas que vienen varios tamaños y el más grande es de casi 10 centímetros de diámetro. Bueno, pues decidimos hacer ¡seis! Sí, lo que oís... ¡Seis super minitartas, cada una de un sabor diferente! Porque yo pensaba, y así se lo dije a Megrez, que la complicación de envolver una tarta grande la perdíamos al tener que amasar menos fondant y tener que cubrir menos superficie.


Vale. Pues lo dejamos para el día siguiente. Claro que aquí me surgía a mí el problema... 'Mi' necesidad de innovar cosas, de probar distintas chorradillas, y de que quedase dentro de la sencillez de la forma lo más vistosas posible, me encontré con el problema de que no tenía fondant del que se vende hecho ni tenía colorantes para poder hacerlas cada uno de distinto color. Peeeero... Como la 'necesidad' es la madre de la velocidad en el pensamiento (bueno, no siempre pero a veces sí te permite encontrar solucionesde forma rápida), me acordé que cerca de casa tenemos 'La Sorpresa de Clara', tienda (y obrador, y lugar donde se realizan cursos de decoración) donde con suerte podían tener fondant de colores en tamaños pequeños y no muy disparatados de precio. Así que a la mañana siguiente nos estuvimos escibiendo correitos (yo preguntando y ellas contestando) hasta que me quedó claro que tenían lo que necesitaba y me fui corriendo a por ello. ¿Y qué compré? Pues aparte de un rodillo pequeño (que no tenía), ocho pastillas de 250 gramos de la marca Regalice, que no es que sea regaliz. Simplemente es la marca:
La foto la hice según terminamos de hacer las tartas, 
por eso aparecen abiertos seis paquetes.
Originalmente se venden como aparecen el de color negro y el de color rosa.

Vale. Pues ya cortadas las futuras minitartas, puestas bien jugositas con varios siropes hechos por mí (algunas recetas cogidas de internet con variaciones según lo que tenía en casa en ese momento: sirope de limón, de mermelada de fresa y de chocolate (esta última no me gustó)), rellenas todas ellas (con nocilla original (la oscura), con nocilla de leche (la blanca), con mermelada de fresa, incluso con leche condensada, aunque reconozco que de las que luego pude probar ésta fue la que menos me gustó), y pringadas todas ellas para que pegase el fondant.

Vaaale. Pues nos tiramos toda la tarde poniendo el fondant. ¿Que cómo es que tardamos tanto? Pues porque Flipy es una flipada y Megrez la sigue cuando parece que la cosa puede quedar chula, con lo que no sólo amasábamos y extendíamos el fondant si no que luego lo marcábamos con mis supermetalformas:


 ¡Ay, es que todavía no lo sabeis! Soy una fan incondicional de las metalfomas (Artesanías Montejo. Ya escribiré un artículo sobre ellos), y como queríamos comprobar si se pueden usar también para decoración de tartas (y hablo sólo del entorno estrictamente casero. Los profesionales deberían averiguar si el material es válido para que trabajen con él) pues nos pusimos manos a la obra.



Y una vez cubiertas todas quedaba sólo terminar de decorarlas. Lo dejamos para que yo lo terminase la mañana siguiente antes de entregarle todas las tartas y el superescenario de Pocoyó a mi hermano.

Y a las seis y media de la mañana del día siguiente ya estaba de pie (no podía dormir) y hasta la una de la tarde me puse a emplatar (usando goma-eva con forma floral. Ya vereis las fotos), a decorar y a escribir el nombre de mi sobri en las tartas. Aquí teneis unas foticos de las tartas vistas desde un lateral:
 

Y aquí teneis la composición de las tartas formando el nombre y el supertrabajo de porcelana fría que me hizo Toñi (en poco tiempo escribiré un artículo sobre ella (sí, guapa, sobre tí. Je, je) y sobre los estupendos trabajos que hace de porcelana fría. Por eso no me enrollo mucho en este articulillo):

No me gusta lo de poner marcas de agua, sobretodo porque no tengo una marca todavía definida, pero viendo la cantidad de problemas que está teniendo la gente con las fotos en Internet, y aunque de momento yo no estoy poniendo nada que no se haya hecho antes, sí es cierto que he visto algunas de mis fotos subidas en otros blogs sin pedirme permiso y sin hacer referencia sobre dónde se han cogido. Y aunque sean cutres es cierto que me cuesta un trabajillo hacerlas, montarlas y subirlas. Y si no tanto por mi trabajo, sí por el de Toñi, os encontrais con marquitas puestas en las últimas fotos. Es una pena pues al natural es un trabajo fantástico y aquí se desmejora un poco, peeeeero... Es lo que hay. Espero que no os importe.

Pues nada, esta fue la aventura de las tartas. Gustaron mucho, los niños se comieron una (la marrón con el 1, que era la de fondant sabor chocolate), y en la comida familiar probamos las otras y estaban muy ricas, pero la mejor fue la roja con la D, que tenía sirope de limón y relleno y 'pegamento' de nocilla. ¡Muy muy muy rica! Y no es que lo diga yo. Que también lo decían los que las probaron. Je, je.

Ale, espero que os haya gustado. Besotes para todo el mundo.
       
 
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