martes, 8 de diciembre de 2009

¡Devorando tartas decoradas!

El pasado sábado 5, tras las prisas por terminar mi tarta (¡por fín!), quedamos con mi familia (mis padres, mi hermano, mi cuñada y mi sobri) para hacer entrega de las tartas y, ante todo, para catarlas, que era lo realmente importante. Aquí os lo cuento:


Aquí os cuento cómo el pasado sábado probamos las tartas hechas durante y gracias a lo aprendido al curso de Yocuna de decoración de tartas.

Nada más llegar al piso el aspecto de las tartas les encantó. Sólo sabían decir piropos de ella, repartidos con los mimos y las atenciones que recibía mi sobri (es un bebé de 7 meses muy gracioso y revoltoso. ¡Un besote desde aquí, peque!).

Preparamos las bebidas (agua, leche, colacao, alguna coca cola y casera... En casa de mis padres una merienda no es merienda si no lleva algo de bebida para ayudar a engullir la comida. Je, je)

y una vez puesto todo a la mesa le tocó a mi hermano hacer los honores... vamos, cortar las tartas:

La tarta de la cara, la que Megrez estuvo haciendo en el curso, llevaba desde el sábado anterior en la nevera. Cuando la fuimos a sacarla de la nevera nos dimos cuenta de que había 'sudado'. Sí, sí, como lo oís: Tenías goterones por la parte superior de lo que era la cara. Yo, que tengo que comprobarlo todo, probé dichos goterones y no eran ni más ni menos que perlazos de azúcar. Así que decíamos que la pobre cara sudaba del miedo que le daba que la fuésemos a comer. Ja, ja, ja.

Pues lo cierto es que nos preocupaba un poco que se pudiese haber estropeado después de tantos días. Así que según le fuimos incando el diente nos dimos cuenta de que no, de que estaba muy rica.

A pesar de que estábamos ya un pelín llenillos, no podíamos irnos sin probar la camioneta superflagüer-pagüer. Así que de nuevo mi hermano hizo los honores:

Pues fijaos que ésta nos pareció un pelín demasiado dulce, aunque estaba muy rica también. Pero Megrez y yo somos de los de siempre echar mucha menos cantidad de azúcar de lo que dicen las recetas, y mientras que su tarta estaba muy rica y no salimos excesivamente saturados del sabor dulce, con la que decoré yo sí acabamos un poquito más cansados. Puede que nos afectara también el que ya llevásemos en el cuerpo una buena cantidad de azúcares, eso sí que no puedo negarlo. ¡Ah! Y hubiese estado todavía mejor si el bizcocho hubiese sido o bien casero o lo hubiésemos bañado un poquirritín. ¡De todo se aprende!

Pues ya con la saturación de azúcar terminamos de pasar la tarde contándonos cosas y jugando con el enano, que como es tan peque no pudo probar ninguna de las tartas. Pero ya está su padre esperando a que vuelva Yocuna para poder asistir (esta vez sí, si no vuelven a ponerse enfermitos los tres) al curso porque estaba emocionado de lo chulas que quedan y lo sumamente bien que pueden quedar en los cumples del chiquitín. Así que... ¡Yocuna, ya hay otro apuntado! Je, je, je.

A pasar una buena noche.
 
 
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